"Grandes enigmas y misterios de la humanidad"
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¡Nota Importante!
¡No leas este blog! Que es satánico y triste ¡No leas este blog! Que el
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La intolerancia religiosa de María Tudor

Podemos definir a la intolerancia religiosa como la capacidad que se tiene en no respetar las prácticas y creencias religiosas de los demás, violando a sí la libertad de expresión y culto. Puede estar motivada tanto por creencias religiosas diferentes, como por otra clase de ideologías, así como por un sentimiento personal o simplemente antirreligioso. Además de que esta intolerancia ha sido causante en diversos lugares y épocas de grandes crímenes y masacres.

En 1516 en una Inglaterra católica romana nace María Tudor, única hija sobreviviente del rey Enrique VIII y Catalina de Aragón, su primera esposa, quien la crió como ferviente católica. Enrique VIII deseaba un heredero varón, pero Catalina no se lo dio. Como el Papa no quiso anular el matrimonio, el rey obró por su cuenta, preparó el terreno para la reforma protestante en Inglaterra. Se casó con Ana Bolena en 1533, cuatro meses antes de que el arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer, anulara su primer matrimonio.

Al año siguiente, Enrique VIII cortó, desafiante, todos los lazos que le unían a Roma y fue declarado cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra. María Tudor, considerada entonces ilegítima, nunca volvió a ver a su madre, pues a Catalina la obligaron a vivir confinada los últimos años de su vida.

Durante los siguientes trece años se dio muerte a algunas personas que no reconocieron a Enrique VIII como cabeza de la Iglesia o que aún aceptaban la autoridad papal. Enrique murió en 1547, y le sucedió su único hijo varón legitimo, Eduardo VI, de solo 9 años de edad, que le había dado a luz la tercera de sus seis esposas. Eduardo VI y sus consejeros intentaron hacer de Inglaterra un país protestante. Se persiguió a los católicos romanos por practicar su religión, y se despojaron las iglesias de imágenes y altares.

Se levantaron al poco tiempo las restricciones que pesaban sobre la lectura de la Biblia en inglés, y se dispuso que los servicios religiosos en los que se leían las Escrituras que debían oficiarse solo en inglés, no en latín. Pero en 1553, Eduardo VI murió de tuberculosis cuando solo tenía 15 años. Entonces María Tudor, a quien se la consideraba una legitima sucesora, se convirtió en reina de Inglaterra.

Al principio, la nueva soberana, de 37 años, fue acogida con entusiasmo por el pueblo, pero no tardó mucho en perder su popularidad. Sus súbditos se habían acostumbrado al protestantismo, y ella estaba resuelta a que su reino volviera a ser católico romano. Ya que cuando se convirtió en reina, María Tudor dijo que se casaría con su primo Felipe II, heredero del trono español. Un rey extranjero y un ferviente católico romano, lo último que deseaban muchos ingleses. El levantamiento protestante organizado en contra del matrimonio fracasó, y 100 rebeldes fueron ejecutados. Felipe II y María Tudor se desposaron el 25 de julio de 1554, aunque a Felipe II nunca se le coronó. La reina no tuvo hijos, lo que la afligió mucho, pues deseaba un heredero católico romano para su reino.

Durante su reinado se derogaron todas las leyes religiosas de Eduardo VI, y María Tudor pidió perdón al Papa en nombre de la nación. Inglaterra era nuevamente católica romana.

La reconciliación con Roma dio lugar a una nueva ola de persecución contra los protestantes. Se les comparaba a un forúnculo maligno que debía extirparse para que no afectara a todo el cuerpo. A muchos de los que no quisieron aceptar las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana se les quemó vivos en la hoguera.

La primera victima mortal que se tiene registro del reinado de María Tudor fue John Rogers, compilador de la llamada Matthew`s Bible, que constituyó la base de la Biblia del rey Jacobo o Versión Autorizada del Rey Jacobo. Tras pronunciar un sermón contra la Iglesia Católica Romana, en el que prevenía contra el papismo pestilente, la idolatría y la superstición, se le encarceló durante un año y en febrero de 1555 se le quemó en la hoguera por herejía.

John Hooper, obispo de Glonucester y Worcester, también fue catalogado de hereje. Manifestó que era lícito que el clero se casara y que era permisible divorciarse por adulterio. Negó, además, que Cristo estuviera físicamente en la misa. A John Hooper lo quemaron vivo; su horrible agonía duró casi tres curtos de hora. Cuando le llegó el turno de morir en la hoguera al predicador protestante Hugh Latimer, de 70 años de edad, animó a Nicholas Ridley, también reformador y compañero suyo en el suplicio, con las siguientes palabras:

Tened valor, señor Ridley, y portaos varonilmente. Hoy, por la gracia de Dios, encenderemos en Inglaterra una llama tan ardiente que, confío, nunca será apagada.

Se condenó asimismo por herejía a Thomas Cranmer, primer arzobispo protestante de Canterbury durante los reinados de Enrique VIII Eduardo VI. Aunque había abjurado de sus creencias protestantes en último momento cambió públicamente de postura, acusó al Papa de ser enemigo de Cristo y metió la mano derecha en las llamas para que fuera lo primero en quemarse, pues con ella había firmado sus retractaciones.

Si bien hubo al menos 800 protestantes acaudalados que huyeron al extranjero, durante los siguientes tres años y nueve meses hasta la muerte de la reina María Tudor. Por lo menos 277 personas murieron en Inglaterra quemadas en la hoguera. Muchas víctimas fueron gente común que no sabía a ciencia cierta qué creer. Los jóvenes se habían criado oyendo que se acusaba al Papa, y ahora eran castigados por hablar en su contra. Otros habían aprendido a leer la Biblia por su cuenta y se habían formado sus propias opiniones religiosas.

A mucha gente la horrorizó la lenta y terrible muerte en la hoguera de hombres, mujeres y niños. Según los datos históricos era muy frecuente que la leña con que se alimentaba el fuego estuviera verde o que los juncos estuvieran demasiado húmedos para arder rápidamente. Las bolsas de pólvora que estaban atadas a las victimas para acortar su agonía no explotaban, de modo que se podía oír sus gritos y oraciones, muchas veces hasta el mismo momento de su muerte.

Cada vez más personas empezaban a dudar de una religión que tenía que quemar a la gente para imponer sus enseñanzas. Una oleada de compasión por las victimas fomentó una composición de baladas sobre los mártires protestantes. John Foxe comenzó a recopilar su Book of Martyrs, que entre los reformadores protestantes iba a gozar de casi tanto prestigio como la mismísima Biblia. Muchos que eran católicos romanos en los inicios del reinado de María Tudor se hicieron protestantes cuando este llegaba a su fin.

La salud de María Tudor se deterioró, falleció a los 42 años de edad tras un corto reinado de tan solo cinco años. Fue a la tumba amargada. Su esposo se había cansado de ella, y la mayoría de sus súbditos la odiaban. Cuando murió, muchos londinenses celebraron fiestas en las calles. En lugar de restablecer el catolicismo romano, lo que consiguió con su fanatismo fue fomentar la causa protestante. Su legado se resume bajo el nombre por el que se la conoció como “María la Sanguinaria”.

Pero a pesar de todo también los protestantes fueron igual de intolerantes. Cuando se estuvo bajo el reinado de Enrique VIII y de Eduardo VI, también se quemaba a la gente por sus creencias religiosas. Incluso la sucesora de Maria Tudor, la reina protestante Isabel I, decretó que la práctica del catolicismo romano se considerase delito de traición, y durante su reinado se ejecutó a más de 180 católicos romanos ingleses. Durante el siguiente siglo murieron por causa de sus opiniones religiosas cientos de personas más.


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